Un esqueleto en busca de su timón.
-¿Dónde estoy?- se preguntaba el esqueleto blanco con un parche negro en el ojo izquierdo – ¿Dónde está el Mar Azul?-.
El esqueleto estaba perdido en un mundo inmenso y no sabía cómo, pero se había separado de su hogar, un timón que alguna vez fue parte de un gran barco que ahora estaba hundido en el fondo del Mar Azul. Acababa de despertar y no sabía dónde estaba, era un lugar al aire libre, con el suelo hecho de algo un poco duro y brilloso bajo la luz del sol, era cuero que se extendía kilómetros. De repente algo se acercaba a lo lejos y al llegar se detuvo para hablar con él, era un caballo con piel de cuero café. –Hey ¿No habrás visto a mi dueño por aquí?, un señor con pies de cuero- El esqueleto extrañado dijo que no había visto a nadie además de él. El caballo lo llevo hasta las afueras del Desierto de Cuero, hasta la frontera y le dijo que al cruzarla se encontraría con un perico azul de cola roja que lo ayudaría a llegar al Mar Azul. Después el caballo se fue para seguir buscando a su dueño. El esqueleto se prometió que si conseguía a alguien con pies de cuero le diría que su caballo lo está buscando. Al cruzar la frontera un montón de sonidos atacaron sus oídos, sonidos diferentes pero armoniosos a la vez. Al encontrar al perico que era de gran tamaño con plumas duras como porcelana, el perico le pidió que se subiera en su espalda para poder atravesar ese lugar. Era un sitio aparentemente sin suelo alguno, solo había aire después de esa frontera, la única forma de cruzar era volando. Mientras volaban el esqueleto puedo apreciar cosas que antes no había puesto atención; sonidos graves, agudos, todos combinados en armonía y un aroma suave pero delicioso se movía en el aire. –Percibes ese olor- le preguntó el perico. –Si ¿qué es?- el perico rió alegremente y luego contesto –Es el aire especial que tiene este lugar, un aire de manzanilla-. Después de un rato de volar el hermoso ambiente comenzó a acabarse y daba lugar a un olor más nauseabundo y un silencio de muerte. –¿En dónde estamos?- pregunto con mala cara, aterrizaron en una montaña gris y filosa donde el perico le dijo –Estamos en el limite de mis “tierras”, a partir de aquí tu tendrás que tomar un bote y cruzar el Mar Rojo, si sigues al norte deberías de llegar al Mar Azul en unas horas- El esqueleto le agradeció y se despidió. Mientras bajaba por la filosa montaña fría y gris como el metal hasta donde estaba el bote, se preguntaba si alguien que no tuviera la piel de hueso tan dura como él, podría bajar por allí con vida. Al llegar al bote el horrible olor se hizo más insoportable y el silencio le incrementaba los nervios, solo podía escuchar de vez en cuando algo similar al choque entre cuchillos. Arrastró el bote por la tierra roja hasta llegar al llamado Mar Rojo; un mar inmenso y siniestro, más denso que el agua, con un olor cercano al cobre y a muerte. Sin más remedio que seguir su camino el esqueleto se montó en su bote también frío y gris como el metal y zarpó hacia el mar rojo como la sangre. Durante horas se dirigió al norte aguantando las ganas de vomitar por el olor. Sentía cosas que chocaban contra la parte inferior de su bote, se escuchaban como garras, pesuñas, patas de diferentes tamaños, también habían sonidos más sutiles como plumas al roce de la mano ¿podría ser que algo viviera en un lugar así? De la nada algo lo sacó de sus pensamientos, levantó la vista y vio olas enormes de rojo carmesí y criaturas peleando entre ellas o peleando contra las olas; eran vacas, cerdos y gallinas de gran tamaño abatiéndose en frente de él. Las olas volcaron su bote y lo inundaron en el desastre. Podía sentir su cuerpo siendo aplastado por el mar y golpeado contra filos hasta que finalmente perdió el conocimiento de sí mismo.
Sabía que se había desviado del camino, ahora cómo llegaría a su hogar. El esqueleto fue recuperando el conocimiento y sintió algo baboso pero a la vez suave y apestoso debajo de él, abrió los ojos y se puso de pie, estaba sobre un pescado gigante y escamoso. Alrededor habían más y más pescados, pero no estaban debajo del mar, estaban arrastrándose sobre la nieve, vio a los pescados de al lado y se dio cuenta de que los ojos eran enormes, abarcaban casi la mitad de sus cuerpos de cada lado, se sentía observado, aunque no era así necesariamente. Siguió allí inmóvil pensando qué hacer, hasta que una voz sonó dentro de su cabeza –Oye chico así que quieres llegar al Mar Azul ¿no?, estás un poco desviado, te encontramos al final de la catarata del Mar Rojo que termina justo en nuestra tierras. Que bueno que despertaste- el esqueleto asombrado pensó –¿estás hablándome en la mente? ¿cómo sabes que quiero llegar al Mar Azul?- la voz volvió a sonar en su mente – Si, te hablo con telepatía, soy el pescado gris que se arrastra al lado del pescado en que tu estás, con mis grandes ojos puedo observar tu interior y saber quién eres, por eso se que quieres llegar al Mar Azul- el esqueleto asombrado se acomodó sobre su pescado y se dejó llevar confiando de que alguna manera llegaría al a su meta. Después de unas horas los pescados llegaron al límite de la nieve donde comenzaba un camino verde –Aquí te dejamos, escala los tallos que encontrarás y camina en la copa de las flores, cuando llegues a las moradas desciende al suelo y camina a través de las Colinas de Sabores, al llegar a la frontera irás a la Ciudad de Espejos y con ellos encontrarás el Mar Azul-. El esqueleto se despidió y se puso en marcha a través del camino verde, al llegar a los tallos tan altos como rascacielos sintió un gran fastidio de escalar y se agotó de solo pensarlo pero decidió seguir las palabras del pescado. Escaló uno de ellos y camino sobre flores rojas, anaranjadas, amarillas, verdes, azules y al llegar a las moradas descendió, sabiendo que jamás olvidaría tantos colores vivos como los de esas flores, y que se los hubiera perdido de nunca haber escalado los tallos. Llegó a las Colinas de Sabores, eran enormes y de distintos colores, unas rojas que hicieron arder sus ojos y otras mas oscuras color marrón que lo hicieron estornudar varias veces, luego unas de color claro que lo hicieron llorar, eran tan fuertes los olores que podía sentir el sabor de cada uno casi como si los comiera. Al llegar a la frontera sentía la nariz tapada y los ojos hinchados pero siguió su camino hasta la Ciudad de los Espejos. Al llegar vio espejos de distintos tamaños y de entre una pila de ellos una mano se asomaba. El esqueleto se acercó y tomo la mano, quitó varios espejos de alrededor y salió un hombre bien alto –Gracias por sacarme de allí, buscaba en los espejos el camino al Desierto de Cuero pero me caí y quedé atorado debajo de esta pila- el señor se alejó del montón de espejos y el esqueleto vio que tenía pies de cuero, le dijo que su caballo lo estaba esperando. Agradecido por la información, el hombre alegre le dijo como usar los espejos –No todos los espejos te dirán lo que deseas, tienes que eligir diseñado para ti. Elige un espejo sin pensarlo mucho, el que te guste más que creas te pueda servir, luego refleja tus pensamientos en el espejo y éste te dirá que camino tomar-. El hombre siguió su camino con prisa y el esqueleto se quedó pensando: ¿cómo sabré cual espejo es el mejor?, decidió hacer lo que el hombre le dijo, echó un vistazo rápido y eligió el que le generó más confianza, era un sentimiento extraño, pero sentía que era una buena elección, que ese era el espejo para él. Se detuvo frente a él y se vio a si mismo reflejado, luego cerró los ojos y pensó en su objetivo, al abrirlos el espejo reflejaba un mapa de cómo llegar al Mar Azul y pudo ver que estaba cerca. Con el mapa impreso en su mente siguió la ruta que debía hasta la Aldea de las Rejas donde barrotes gigantes encarcelaban a aves con alas de colores y cachorros con su depresión. Lo abarcó un sentimiento de dolor, él estaba afuera, perdido, pero libre y ellos encerrados y encadenados. Al salir de la aldea solo le faltaba un paso más antes de llegar al Mar Azul, tenía que atravesar el Gran Río de Gente. Era el punto donde se encontraban todos los Ríos de Gente de los alrededores formados por seres de piel de distintos tonos, facciones faciales distintas, con cabello, ojos, bocas, narices, y cuerpos de diferentes tamaños. Solo había una forma de cruzar a través de esos ríos y era navegarlos en un bote plano llamado Plato. Así lo hizo el esqueleto, se montó en un Plato y lo dirigió a través del Gran Río de Gente que tenía su desembocadura a orillas del Mar Azul. Estaba cerca, podía olerlo, el Gran Río de Gente comenzó a empequeñecer de estatura hasta que finalmente desaparecía a orillas de Mar Azul donde llegó el esqueleto y se lanzó a las profundidades burbujeantes sin pensarlo dos veces. Se sentía agradecido, había logrado llegar y además, aunque no supiera cómo se perdió, estaba feliz de que le hubiera pasado. Luego, allí entre piedras y peces amarillos encontró su timón, el que tanto había buscado, lo tomó entre sus manos y suspiró de satisfacción, al fin había llegado a su hogar.
este es el personaje principal del cuento, fue realizado con cartón, palillos, papel de cocina y pega con agua. Luego esperé a que se secara durante la noche y al día siguiente lo pinté con acrílicos y le puse plastilina azul a la base.
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